domingo, 22 de noviembre de 2009

Mas sobre el barco










Aprovecho la editorial de este ultmo domingo de El País para una nueva entrada, con ella quiero preguntarme ¿nos merecemos esta clase politica y estos medios de "información" ?.. a tenor del día a día, me temo que si.

EL SECUESTRO del Alakrana se ha convertido en síntoma de la degradación del debate
público en España, habida cuenta de las reacciones que ha generado: irresponsables
mientras había 36 marineros en peligro, demagógicas cuando finalmente
fueron liberados. No deja de ser una sorprendente paradoja que los únicos que
han quedado a salvo de los exabruptos cruzados durante los últimos días hayan
sido, precisamente, los piratas. En medio del escándalo no ha habido una sola palabra
de condena para quienes practican una lucrativa actividad criminal a costa
de la libertad y la vida ajenas, como si su presencia en el Índico fuera un fenómeno
de la naturaleza que, como los escollos o las tempestades, dificultase la navegación.
La realidad es, sin embargo, exactamente la contraria: tras los desarrapados
que asaltan los barcos y aterrorizan a las tripulaciones con sus alardes de violencia
existe una extensa red de beneficiarios, que desborda con mucho las fronteras de
un Estado fallido como Somalia.
Cuando un Estado es sometido a un chantaje como el del Alakrana, con 36
vidas en juego, los dilemas políticos, jurídicos y morales planteados exigen rigor y
sobriedad en los discursos, no la grosera frivolidad con la que cada cual, según el
caso, ha tratado de obtener beneficios del espectáculo o eludir responsabilidades.
Ejemplos de ello son la impúdica disputa pública a cuenta de quién decidió traer a
España a los dos piratas capturados, librada entre la Audiencia Nacional y el
Gobierno, y los impertinentes roces entre los ministerios concernidos. Pero también
la conducta de aquellos medios de comunicación que, bajo el escudo del derecho
a informar, se han plegado a la manipulación de los corsarios. Aunque
quizá en este último capítulo el mayor escarnio esté por llegar. Nada justificaría
que, tras 47 días con vidas en peligro y la dignidad institucional en jaque, la televisión
basura explotara el morbo y el sensacionalismo con la muy rentable coartada
de mostrar el lado humano de la noticia.
Acuciado por el chantaje, el Estado se ha avenido a negociar con delincuentes,
al igual que están haciendo otros Estados en las mismas circunstancias. Tan problemático
es apoyar esta decisión como censurarla, porque lo que está en juego es, en
resumidas cuentas, si se antepone la vida a los principios y las leyes. Pero con un
decisivo matiz, que aproxima este dilema a la aporía y obliga, cuando menos, a una
actitud respetuosa: quienes reclaman la superioridad de los principios y las leyes
no arriesgan su propia vida, sino la de otros. Si el debate público en España no
llevara tanto tiempo chapoteando en el cenagal del sectarismo y los gestos grandilocuentes,
la preocupación mayor sería cómo evitar que otras tripulaciones queden
en peligro y que el Estado se vuelva a enfrentar un desafío semejante. Colocar
vigilantes privados armados en los barcos que faenan en el Índico, o que simplemente
transitan por una de las rutas más importantes de la navegación internacional,
es un remedio de urgencia, no una solución.
La solución pasa por desmantelar la red de intereses que se ha creado en torno
a la piratería, además de seguir reforzando la seguridad en la zona. Ambas estrategias
requieren un compromiso internacional más firme que el existente.
Como víctima de la piratería, nuestro país tiene sobradas razones para promover
ese compromiso en los foros multilaterales y a través de iniciativas específicas.
Pero su posición se irá debilitando si el secuestro del Alakrana sigue tratándose
como un espectáculo del que extraer beneficios de cualquier naturaleza. La
condición para abrir el debate público se ha cumplido, porque los 36 marineros
están libres y en casa. Pero eso no significa que sea ni útil ni aceptable cualquier
forma de conducirlo.
El País, 22 Noviembre 2009

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